2ª parte: Y más allá

7 de agosto
Cortina d´Ampezzo (Italia) - Abwinden (Austria)
437 kms





Cortina es más chula de día que de noche. La señora que ayer me atendió de malhumor hoy está sonriente y no está dispuesta a que me vaya sin desayunar. Dice que me invita y sonríe tanto que yo digo que le pago. No me deja hacerlo. Me prepara un banquete del copón... que yo sepa no soy noctámbulo pero hoy dudo que no me haya levantado y haya estado trasteando por la casa y sus habitaciones. De otra forma esto no tiene explicación.





Quería subir el famoso Grossglockner. Yo no había oído hablar de ese glaciar hasta que Bego y Javi me trajeron una pegatina hace unos cuantos años, cuando volvían de la costa dálmata. Algún día, tal vez, yo también podía ir a ese sitio, pensé hace años, y ese día, al fin, había llegado.





En pocos kilómetros ya estaba en Austria. En pocos kilómetros estaba pagando peaje por subir el puerto. En pocos kilómetros estaba un poco decepcionado con el Grossglockner.
No es que la subida no fuera chula, que lo era, pero no me parecía nada del otro mundo, nada que no tenga Sierra Nevada, por ejemplo. Buen firme, buenas vistas y buenas curvas para subir con alegría.
Me cruzo con los amigos pinteños que ayer dejé en el Stelvio. -¡Hasta luego!
Y llegué a la cima y, ay, esto sí que es otra cosa. Las vistas aquí, sobre el glaciar, son espectaculares. Por las fotos que he visto de otros viajes, al glaciar le queda poco tiempo, pero aún así es sobrecogedor. Como allí iba la emperatriz Sissi, como es la montaña más alta de Austria (la segunda más alta de todos los Alpes, después del Mont Blanc), allí hay montado un semisarao turístico. Hay marmotas salvajes que de salvajes tienen poco. Hay cuevas, hay un museo, un restaurante, un mirador, parking, bla, bla, bla.
No es el mejor ambiente para visitar una joya de la naturaleza pero a todo se hace uno.


                             
















Así las cosas, llevo una semana de viaje. Aunque mi intención era seguir más allá, no lo tengo claro. Si volviera a casa el viaje ya me parecería suficientemente interesante. Podía dejar otros destinos para otras ocasiones. He subido un montón de puertos, he descubierto paisajes extraordinarios, he conocido personas interesantes, he mirado el horizonte y he ido hacia él... 
Estaba pensando que los Alpes son tan hermosos que se debería poder tocar el piano mientras se circula por ellos cuando noté algo en mi hombro izquierdo: era un sultanito rojo, con rabo y tridente que me decía que siguiera, que siguiera, que siguiera... y noté algo en mi hombro derecho: era un sultanito blanco, con alas, que me decía que volviera, que volviera, que volviera... 
Jo, qué lío. Empezó a llover, así que arranqué y, con la niebla, en el cruce se veía mejor el sultanito rojo que el blanco, así que seguí hacia Salzburgo.
Sin ponerme la capa impermeable.
Por segunda vez en el viaje, llovía. Llovía mucho.
Paso por algunos lugares preciosos pero no los disfruto a cuenta de las inclemencias meteorológicas.
Sigo.






Voy a llegar a Salzburgo con una chupa impresionante. Menos mal que no me va a recibir el alcalde porque el aspecto no va a ser el de las grandes ocasiones. 
Pero poco antes de llegar a la cuna de Mozart, deja de llover y llego medio seco, como para dar un paseo a gusto.
A pesar de no tener excusa, no me recibe el alcalde.
Salzburgo es muy chulo. Estuve a punto de venir en una ocasión en la que finalmente fuimos a Munich, así que, tenía ganas.
Todo muy limpio, edificios muy bonitos, bajos, con líneas muy rectas, muy austriacos ellos. En cada esquina se respira música. Hay muchos turistas españoles. Hago de turista durante un rato.


























Me como una bola de chocolate y me voy.
Como me lío, voy por la autopista. No he comprado pegatina. Vuelvo a ser un fugitivo. Llego a Linz y decido dormir aquí. Todos los edificios son muy cuadriculados, recuerda a los países del este. No es la idea que yo tenía de Austria. Es domingo y todo está cerrado, incluso los bares. Voy al centro. Topillo me enseñó un truco para encontrar hoteles céntricos y baratos pero nunca me sale. Hoy tampoco.







Aunque el centro es más chulo que el resto de la ciudad, decido dormir en un pueblo más pequeño, a ver si encuentro algo de vida. Encuentro uno con menos de 100 habitantes pero en el que hay camas libres. Hoy, porque ayer no tenían y para mañana no quedan. También hay un bar y un restaurante... este pueblo es perfecto. Hay muchas flores... huele a la lluvia que ha debido estar cayendo todo el día. La temperatura es muy buena y la cerveza rara. No entienden inglés. En eso nos parecemos. Pido para cenar la especialidad de la casa, que no sé qué es. Tampoco sé qué me han entendido. El ruido de la fritanga me asusta, pero es falsa alarma. Como quiera que se llame lo que he cenado, está muy rico.
Por primera vez en el viaje, no encuentro internet. Mejor. La zona no montañosa de Austria es muy rural y humilde. No lo esperaba. Mola. 

Duermo a 10  kilómetros de Mauthausen. Hoy, inevitablemente, me cambia el rollo.