La moto que amaba a las montañas




3 de agosto
Bourg d´Oisans (Francia) – Sion (Suiza)
391 kms

Vaya nochecita he pasado. Había leido que algún motero explorador dormía en un gran colchón inflable así que yo también había comprado uno, a ver si se me pegaba algo.
Lo estrené anoche. A los diez minutos se estaba desinflando.
Lo volví a inflar. Volvió a perder aire.
Encontré una fisura, ¡UNA FISURA Y LO ESTOY ESTRENANDO! Me lío con la cinta americana (que sirve para todo menos para arreglar colchones de estos, te lo digo yo) y no hay manera. Bueno, ya que no voy a dormir blandito al menos me tumbo encima para que me aisle del frío suelo.
Como no tiene aire no me aisla de nada.
Pongo toda la ropa que tengo encima para que me aisle del frío colchón que no me aisla del frío suelo.
Y no sé si patentar la idea porque, aunque me dormí, ignoro si fue porque soy un genio o porque estaba realmente cansado y siempre duermo con facilidad en cualquier sitio, en cualquier circunstancia.
Al margen de estas pequeñas vicisitudes, por la mañana se me presentaba una faena realmente complicada: intentar volver a meter todo el material de acampada en el mismo poco espacio que ocupaba cuando me lo vendieron.
Ni lo intentes. Es imposible. Mete las cosas como puedas y lo que no quepa intenta que no se caiga. No hay más que hacer, te lo digo yo que estuve sudando un montón de rato largo.
Y me fui de tan ciclista lugar, rodeado de maillots, cascos y bicicletas.

Lo primero que encuentras al retomar la ruta es lo mismo que había cuando la abandonaste: un paisaje del copón.







Y como si uno estuviera metido en una etapa del Tour de Francia me dirigí hacia la Croix de Fer por la vertiente del Glandon. Esta subida me pareció realmente espectacular, con unas vistas sobre todo el valle que no sabría explicarte, por eso no lo voy a hacer. Si quieres, vas y si ya has ido, ya lo sabes.









Según voy atravesando pueblos voy fijándome en las tiendas de deporte o de montaña (que en estas latitudes vienen a ser lo mismo). Se ve que la gente de por aquí no va mucho de camping y que si lo hace, lo hace en Torremolinos porque, te digo yo, que encontrar un colchón es tarea imposible.
Abro el abanico de posibilidades a esterillas, colchonetas y flotadores de playa.
Y, mirando, mirando, me dirigí hacia el col de l´iseran, que nada tiene que ver ni con la verdura ni con el humorista. Comprobé que los que habían intentado explicarme la belleza de este puerto se habían quedado cortos pero, al menos, despertaron en mí las ganas de acercarme en moto hasta allí (perreando un poco por la subida, claro)




















En la cima encuentro varias motos con matrícula española (hasta el momento apenas había visto alguna) y al acercarme distingo la pegatina del foro www.bmwmotos.com
Me presento, nos contamos unas cuantas batallas y, según caían las primeras gotas de lluvia, seguimos ruta las cuatro motos juntas, hacia el Pequeño San Bernardo.







Y cuando llegas arriba te preguntas que si éste es el pequeño, cómo será el grande. Así que, sin movernos de la cima, cruzamos la frontera franco- italiana y nos fuimos a ver el grande.
Como había mucho tráfico y mis compañeros de ruta tenían prisa, opté por hacer los adelantamientos más relajados y nos separamos.


Empezaba a subir el San Bernardo cuando empezaba a pintear un poco más. Yo no estaba muy seguro de si era este puerto el de los famosos adoquines, pero circular por adoquines mojados no debe ser lo más divertido que puede hacer uno. Que no sea, que no sea. Y no fue.




En la cima del Gran San Bernardo me volví a encontrar con mis foroamigos. Bajando del Gran San Bernardo nos volvimos a separar.
Y así, sin más, es como uno llega a Suiza viendo perros grandotes y mansos.





No rodar en solitario tiene algunas consecuencias. A saber: uno deja de hacer muchas fotografías con tal de no ser el pesado de turno; uno deja de mirar en todos los escaparates si hay colchones de camping o no. Así que hoy toca dormir en hotel.


Al llegar a Martigny empiezo a recordar la ruta que hiciera hace un par de años (en invierno) con Juanma (ver Suiza y alrededores según McBauman). Qué paisajes tan distintos al verlos nevados o sin nieve!
Llego a Sion y busco hotel. Declino cualquier posibilidad de encontrar uno con el nombre que a mí me dé la gana y después de un buen rato dando vueltas y preguntando, encuentro uno tan caro como malo, pero es tarde y estoy cansado así que opto por quedarme.
Me ha salido un padrastro en el dedo índice de la mano izquierda. Ya sé que tampoco es para hacerme un homenaje, pero es que se me ha infectado, se ha hinchado y me duele una sartá. Me molesta mucho al poner y quitarme el guante. Y lo hago muchas veces a lo largo del día a cuenta de las fotos.
Ya en el hotel percibo la presencia en las proximidades de dos grandes maestros míos, Miquel Silvestre y José María García. Esa sensación me llegaba a través del aire alpino, del viento, de las ondas… de la wifi del hotel en forma de correo electrónico.
Uno venía de buscar exploradores por Noruega y por ahí. Otro cruzaba con su chica los Alpes en el mismo sentido que yo pero con día y medio de ventaja. Así que intentamos quedar. Así que no había manera de quedar.
Y te digo que, a pesar de todo, no sé qué tiene Sion que me hace tan feliz.