El listo de los alicates



12 de agosto
Praga (Chequia) – Brno (Chequia)
255 kms




Me llamó la atención que llevara reloj. ¿Para qué quiere un reloj alguien que está dando una vuelta al mundo en moto? ¿Será para presumir? ¿Para usarlo como moneda de cambio en una situación comprometida, tal vez? ¿Para saber la hora, quizás?
Miquel Silvestre lleva una agenda apretada. Cuando llegué a Brno estaba inmerso en una discusión con una periodista española que no había respetado un pacto. Y los pactos, cuando uno está dando una vuelta al mundo, se respetan.
Hicimos un rally en busca del hotel (yo creo que por aquí no era…), una sesión de fotos en un campo de fútbol (yo creo que por aquí tampoco era…), llegamos a la cima desde la que se divisa todo Brno, grabamos un vídeo para continental y, antes de comer, llegamos a las oficinas de BDO en la ciudad checa donde le esperaban con sumo interés. Como para no tener reloj.
















Todo el mundo sabe que Miquel Silvestre pasea por todo el mundo las siglas de BDO. Eso le obliga a realizar una serie de actos que requiere su preparación. Yo, no sabría hacerlo, así que sentarse, observar y aprender es todo un privilegio. Con unas viandas para que el estómago dejara de quejarse, un chollo.
No te lo había dicho, pero yo estaba en Brno porque acepté una invitación “VIP” completa, de Miquel Silvestre para ver el G.P. de motociclismo de la República Checa. Porque yo lo valgo. Así que, nos fuimos al circuito por uno de los caminos más largos (yo creo que por aquí no era…) para ver el ambiente, los entrenamientos y las señoritas apretadas, aunque no necesariamente por este orden.
Y cuando uno tiene un pase VIP aparca en un sitio guay y, sin darse mucha importancia, se va a ver lo del ambiente, los entrenamientos y tal.
No quedaba ninguna moto dando vueltas al circuito cuando llegamos (¿Pero tú no llevabas reloj?!) y lo que pasó entre ese momento y la primera birra te lo puedes imaginar tú. O no.












































Miquel perdió la llave de su moto. No estaba en ningún bolsillo. Quisimos deducir que, tal vez, la hubiera dejado olvidada en la moto. Habíamos estado haciendo un experimento para dejar el casco anclado en la moto y eso siempre relaja las obligaciones de uno para con la llave. Al llegar al aparcamiento (de la Very Important People como nosotros) vimos una puerta cerrada. La del aparcamiento… ¡Oh, no! Hicimos lo mismo que hubieras hecho tú, colarnos por una ventana. El aparcamiento, el bonito aparcamiento de la Very important People como nosotros estaba vacío. Seguimos avanzando, avanzando y, a lo lejos seguían esperándonos nuestras monturas. Respiramos tranquilos cuando, además, pudimos ver la llave que faltaba colgando de la cerradura. Así que, para celebrarlo, nos pusimos a hacer fotos de tu moto, de la mía, a ti, a mí, a los tres, a… de repente notamos que, en nuestra encerrada soledad, había una presencia: se trataba de una GS de 650 y matrícula húngara y, lo que es más importante aún, su linda propietaria cuyos escuetos pantalones dejaban al desnudo unas hermosas piernas. Silvestre es más rápido con las cámaras; yo soy más rápido con las húngaras. 











En un momento Sandiriam, que diría mi amigo Sinewan, intenté explicarle (a nuestra compañera de carcelamiento) que qué mala suerte habíamos tenido (sí, sí, malísima, corre a por birras). Mientras Miquel seguía haciendo fotos a las motos y las curvas, le demostré (a la húngara propietaria de la GS húngara) que la puerta estaba custodiada por un candado de los buenos, imposible de forzar. Así que volvimos hasta las motos, apesadumbrados... oh, qué pena tan triste.






Estaba intentando traducir al húngaro (idioma que no domino a la perfección porque lo desconozco absolutamente) que tenía una tienda de campaña para dos, que no se preocupara mucho por Miquel, que es un viajero experto en mil líos, cuando me di cuenta de que el viajero experto en mil líos no estaba donde estaba.
-¡Oh, no!- pensé.
-¡¡¡YA ESTÁ!!!- gritó una voz emocionada desde la puerta- ¡¡¡YA ESTÁ ABIERTA!!!
¿YA ESTÁ? ¿YA ESTÁ? ¡¡¡YA ESTÁ AQUÍ EL LISTO DE LOS ALICATES!!!
A tomar vientos el acero de Bilbao, a freir espárragos nuestra suerte carcelaria, a toda leche, arrancó la moto húngara de la húngara motera... y yo esto, no lo entiendo.
Le mostré mi gratitud con un rencor que aún guardo hoy en día y esperé a ponerme el casco para blasfemar en húngaro lo maldita que era mi suerte porque entre todos los tíos con los que nos podíamos haber quedado encerrados en un aparcamiento (de la Very Important People) a veinte kilómetros de Brno, tuvo que ser con el único capaz de abrir semejante joya entre todos los candados del mundo mundial... no era aquello lo que debió abrirse aquella noche, amigo, no era aquello...



Pero como a pesar del odio estábamos muy contentos nos fuimos a beber birras (acompañadas de cena) al garito más ambientado de los dos que vimos cerca del hotel.
¡Cómo sería el otro!
Sin entendernos media palabra conseguimos que aquella camarera nos sirviera una cena deliciosa y tantas cervezas como quiso. Porque cuando le vino en gana, borrachos ya, nos echó.
Y de aquella noche en la que me contuve y no le hice tragarse los alicates, no debo contar más. Aunque podría.